Mariano Navone, de viajar más de 100 kilómetros por día para entrenarse a enfrentar a Jannik Sinner en su regreso al circuito

0
2

Mariano Navone hizo muchos esfuerzos para llegar al circuito profesional

La mirada sobre un tenista profesional es siempre la de un deportista que viaja a ciudades y países muy interesantes, rodeado de cierto glamour, que gana premios en dólares y tiene una vida con mucho entrenamiento, pero disipada. Puede que haya bastante de todo eso, pero, primero, hay que atravesar muchos años de construcción. El sacrificio, el desafío, la falta de recursos económicos, el esfuerzo y largas distancias, son factores comunes en la creación de los proyectos de tenistas en la Argentina y, muchos, quedan en el camino por no poder superar algunos de ellos.

Mariano Navone nació en a localidad de 9 de Julio, provincia de Buenos Aires, a más de 250 kilómetros de la Capital del país. Debió hacer largos viajes diarios para poder entrenar e irse de su ciudad para terminar de construirse. Proveniente de una familia de clase trabajadora, llevó un sueño como estandarte y a su corazón como motor para redoblar el esfuerzo propio y de sus padres, en pos de conseguir afianzar una historia de lucha y desarraigo. A pesar de todo, siempre con una sonrisa en su rostro.

– ¿Por qué te reís tanto?

– Creo que es mi personalidad, toda mi vida fue así. Tal vez sea un poco de timidez o una especie de terapia, no sé, pero soy una persona que elige pasarla bien, y si hay algo que me da risa o hay algo que me divierte o hay algo que lo merece o me genera a algo de risa, siempre está bueno reír. Creo que la vida con humor es un poco más fácil. Hasta en malos momentos o a pesar de las circunstancias negativas de la vida, está bueno agregarle un poco de humor.

– Vos venís de una ciudad no muy grande, a más de 250 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, y de una familia que le gustaba el tenis, pero que es de clase trabajadora. ¿Cómo fue ese comienzo?

– Arranqué a jugar a los tres años, hice todo el colegio en 9 de Julio y recién a los 17 años me fui a vivir a Buenos Aires. A medida que creció mi tenis me tuve que alejar de mi ciudad y entre los 15 y los 17 años tuve que viajar hasta Junín, a más de 100 kilómetros de mi casa (una hora y media en transporte público), todos los días, para ir a entrenar. Una vez que terminé el colegio me fui a Buenos Aires para comenzar con esta locura del profesionalismo.

– ¿Costó mucho esfuerzo familiar?

– Y, en el soporte económico siempre estuvieron y también lácteos Aurora, una empresa muy importante para la zona, en la que laburan mis viejos. Esto te alivia el presupuesto y tranquiliza la cabeza. Hoy estoy tranquilo, pero antes estábamos contando cada peso que teníamos, había que economizar y se viajaba como se podía.

– Pero, ¿cómo es la historia que empujó y generó a este tenista para que llegue hasta acá?

– (Por primera vez no empieza con una sonrisa) Hay muchas cosas detrás (hace una pausa). A nivel familiar, hubo muchísimo esfuerzo para que yo jugara al tenis. Lo hicieron mis viejos, mis hermanas. Mis padres trataron de darnos siempre el mismo amor a todos los hermanos por igual y no priorizar a ninguno, pero cuando mis hermanas se fueron a estudiar, mis viejos les pidieron que recibieran menos plata, para que yo pueda ir a jugar torneos G1 y G2. Y en ese momento nadie nos aseguraba el futuro ni que yo iba a estar jugando en el circuito profesional por el mundo. Uno lo hace con cierta inconsciencia. Mis viejos siempre hicieron un esfuerzo, pero también lo disfrutaban, porque a ellos les encanta el tenis, entonces siempre lo vivieron con esa pasión también. Y después, van pasando cosas. Mi relación en cuanto al tenis mejoró mucho a partir de los 16 años, porque cuando entré a la adolescencia lo hice con muchas dudas respecto al tenis, si realmente era lo que quería hacer. Después, fue pasando el tiempo y valoré mi vida de tenista, todo empezó a cambiar y hoy me encuentro en una situación totalmente diferente, con el estrés que eso conlleva. Pero creo que fue un esfuerzo grande y que todos terminamos disfrutando, porque después que hiciste el esfuerzo de tu vida es para que te pasen cosas como las del año pasado, en que estaban los cuatro viéndome jugar en Roland Garros y creo que eso era un sueño para todos.

Navone se medirá con Sinner, que vuelve tras la suspensión

– ¿Y el Mariano sensible?

– Yo creo que es un punto que va forjando la personalidad de cada uno. Yo amé el tenis, amo el tenis, soy un apasionado del tenis, me encanta. Entonces, siempre lo viví con un desparpajo, con una libertad que me siempre me gustó.

– ¿Te obligó a dejar cosas de lado?

– ¡Claro! El tenista tiene una vida distinta al resto. A los 10 años ya está jugando torneos unas 20 semanas por temporada. Los adolescentes van al colegio y hacen algún deporte, van a fiestas y, nosotros nos perdemos todos los cumpleaños de 15, las salidas, por eso, uno tiene que disfrutarlo, de lo contrario, vas a sufrirlo.

– ¿Y qué te emociona?

– Cuando era más chico, era un poquito más emocional, lloraba de emoción, pero hoy no tanto. Hay cosas de mis vínculos que me generan emocionalmente. La última vez que recuerdo haber llorado fue cuando falleció mi abuelo. Volví de Roland Garros y estuve al lado de él. Al otro día fue como que me cayeron varias cosas encima y me puedo emocionar al lado de él, fue como algo de un momento en un punto íntimo, porque me estaba dando cuenta en ese momento de todo lo que me había dejado. Creo que me emocionan algunas cosas del deporte y otras a nivel de mis relaciones familiares, cuando les pasan cosas lindas y cosas no lindas a la gente que me rodea. Por ahí entra ese Mariano un poco más sensible. A veces pienso que mi manera de emocionarme, tal vez, sea también la alegría.

– ¿Te sentís en deuda con algo o con alguien?

– No, mirá, siempre intenté despertar mi lado empático y hasta trato de que mi equipo se sienta bien. A mí me gusta que la gente que trabaja conmigo sienta que no es un deber, sino que sienta que yo estoy comprometido, que yo los voy a escuchar, que se pueda hablar las cosas, que se pueda conversar, trato de optimizar la energía, que demos energía positiva, ante todo. Que si a uno le pasa algo con alguien, que lo pueda hablar y contar en la intimidad del grupo, porque la relación, después de estar todo el día acá encerrado, compartiendo todo de eso, no somos un jugador y entrenador o un jugador y un preparador físico, emocionalmente tenemos más cosas entre nosotros y, para mí, creo que está bueno desarrollar ese lado en un equipo. Después, seguramente que, como todos, debemos cometer errores en la vida. Por ejemplo, con algunas personas me hubiese gustado haberme podido manejar mejor o, en algunos casos, me hubiese gustado no haberle hecho caso a algunas personas que me aconsejaron. Pero, creo que de eso se trata la vida, de vivirla, de confundirse y chocar con la pared. Pero me quedo tranquilo, porque nunca le hice mal a nadie ni le falté el respeto a alguien, siempre fui con la verdad y con mi palabra. Por eso mantengo el contacto y una relación sana con toda la gente que me ayudó cuando estuve en Junín o con la gente de 9 de Julio.

– ¿Qué sentís que te falta ahora?

– En este segundo año busco seguir asentándome. Empecé a mejorar en cancha dura, tuve algunos resultados que lo muestran. Gané en la Davis, le gané a Rune, que hizo final de un Masters 1000, pero espero mejores resultados que eso. Porque en la gira de polvo podría haber hecho un poco más, aunque perdí con campeones de algunos de esos torneos, pero estoy ahí, insistiendo, todavía no se me ha dado el resultado. Hay que seguir trabajando, seguir mejorando el saque y los tiros de definición. Hay que estar atentos y desarrollar un poco más el juego, porque hoy se está jugando mucho a tres o cuatro bolas y eso, a los argentinos, es lo que más nos cuesta, porque estamos acostumbrados a encadenar puntos más largos. Creo que ahí está la diferencia y más con tanto torneo en cancha dura. La ATP termina sacando los turnos más chicos, hay reformas que son raras y, entonces, tenemos que hacernos más camaleónicos y adaptarnos a cualquier cosa.

– ¿Qué le dirías hoy a tu mamá y tu papá?

– (Sonríe, se toca la cabeza y, por primera vez, parece que va dejar aflorar su emoción) ¡Uf! Les agradecería por todo lo que han hecho por mí, por mis hermanas, por la familia. También, por todo lo que han exigido, en un punto eso estuvo bueno, porque han exigido siempre que sus hijos vayan por más y creo que los tres, cada uno en lo suyo, somos grandes profesionales. Y agradecerles por siempre acompañar y estar ahí. Por otro lado, creo que en un camino así, tan largo, pasan cosas y uno dice: “Che, acá no estuvieron también, me presionaron de más”. Pero, lo importante es que aprendí a ver las cosas un poco diferente y a no juzgar y decir: “Bueno, mi mamá, mi papá me dieron esto, siempre trataron de darme lo mejor y, por ahí, en estos momentos se equivocaron, en estos momentos no”. Porque nadie te enseña a tener un hijo tenista, que es muy difícil, nadie te enseña a tener un hijo con una carrera en la facultad, nadie te enseña a criar un hijo. Entonces, siempre les voy a estar agradecido por lo que me han acompañado, por haber estado cerca de mí y que nunca dejaron que a ninguno de nosotros nos pase nada. Es muy lindo que hoy, a los 24 años, ellos sigan queriendo ayudarme a solucionar cosas y seguir viendo en sus rostros esa preocupación de padres. Pero uno crece, va haciendo su camino y te vas distanciando y la relación queda un poco diferente.

– En lo personal, ¿qué sentís que te gustaría completar?

– Mira, creo que es algo que ahora mismo trabajo en terapia. Creo que tengo que mantener esto de la alegría, que está buenísimo, debería ser una persona un poco más firme, poder plantarme, ser un poco más estricto con alguna posición y no priorizar tanto al otro. Podría decirse, ser un poquito más egoísta y que no te pasen por arriba. Creo que es una de las facetas más difíciles del ser humano, encontrar ese equilibrio entre ser paciente, pero no ser un loco, que no te pasen por arriba o ser un estricto que no dosifica nada. Cuando uno quiere que sea a nivel personal, uno tiene que hacer ese juego mental y ese desarrollo, ese desafío para ganarle a su propio miedo, ponerse firme y defender lo que uno cree, que eso es importante y te da valor en la vida. Creo que voy en busca de ese de ese equilibrio, también para tener más firmeza en la cancha para uno creérsela.

– ¿Y vos te la creés?

– Estoy en eso, porque acá, si no te la creés, te pasan por arriba.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here