Fue el creador de la “selección fantasma”, convivió con Bilardo, dirigió a Menotti y a los 98 años sigue dando cátedra de fútbol

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Miguel Ignomiriello durante un reciente homenaje realizado por Estudiantes de La Plata

La trayectoria de Miguel Ignomiriello fue tan extensa como peculiar. El hombre, de 98 años, tiene más de medio siglo de carrera, con 25 equipos dirigidos y dos experiencias en seleccionados nacionales, Argentina y Ecuador. Fue director técnico de los dos clubes más importantes de La Plata, y de dos de los cinco grandes, San Lorenzo e Independiente. Convivió con Carlos Bilardo en Estudiantes, dirigió a César Luis Menotti y al Trinche Carlovich en Rosario Central y construyó “la selección fantasma” junto a Enrique Omar Sivori.

Más allá de las particularidades que tuvo su carrera de director técnico, lo que siempre caracterizó a Don Miguel, como se lo conoce en el ambiente del fútbol, fue su enorme capacidad para formar excelentes futbolistas y equipos, como el famoso “tercera que mata”, denominación que recibió la división de Estudiantes que salió subcampeona en 1964 y campeona en 1965, y fue el pilar de todo lo que vino después en el Pincha. “Teníamos muy claro lo que queríamos hacer y por eso creamos ‘la tercera que mata’, esa categoría que llevó a Estudiantes a lo más alto. Luego, la mayoría de esos jugadores se consagraron campeones del mundo en 1968”, remarca el histórico entrenador platense.

Con el seleccionado argentino le ocurrió algo similar. La mayoría de los futboleros mencionará a Sívori como el DT que clasificó a la Argentina al Mundial 74, pese a que Ignomiriello fue el armador de “la selección fantasma”, un combinado alternativo que se preparó durante más de un mes en La Quiaca para afrontar un compromiso trascendente contra Bolivia. En 1973 fue el técnico del equipo juvenil que participó del Torneo de Cannes, en Francia, con Mario Kempes, Ricardo Bochini y Marcelo Trobbiani, entre otros, que se coronó campeón.

“Como yo quería trabajar el partido con responsabilidad, porque había que ganar o ganar, armé un plantel sin figuras para que no se quejaran desde los clubes. La AFA se olvidó completamente de nosotros, y por eso surgió el apodo para ese seleccionado. Nadie se acordaba de nosotros. Para pagar el alojamiento y la comida, tuvimos que jugar amistosos en Jujuy y Perú. Terminamos invictos y luego de esa extensa preparación ganamos el compromiso más importante, que era el de las eliminatorias: derrotamos por 1-0 a Bolivia con un gol de Oscar Fornari y quedamos a un paso de clasificarnos para Alemania 74”, recuerda.

Ignomiriello tiene mil historias ligadas a su larga trayectoria en el fútbol argentino

En casi de 60 años de carrera, Ignomiriello vio a los mejores jugadores del mundo, dentro de un campo de juego: Antonio Sastre, Arsenio Erico, José Manuel Moreno, Alfredo Di Stéfano, Adolfo Pedernera, Pelé, Diego Maradona y Lionel Messi, entre tantos otros. “El Charro Moreno era un jugador sobresaliente, pero Pedernera hasta la aparición de Maradona fue el jugador más sobresaliente del fútbol argentino”, sentencia el DT que ganó títulos en las categorías formativas del Lobo y del Pincha, pero también en el Canalla, el Ciclón, Nacional de Montevideo, Defensores de Cambaceres y Douglas Haig.

Don Miguel también tiene su historia fuera de las canchas y en su país, porque cuando nació el 11 de junio de 1927 en La Plata, el presidente era el radical Marcelo Torcuato de Alvear, quien había logrado el año anterior la fusión entre las dos entidades de un fútbol dividido. Cambió mucho la vida institucional, económica, política y social de Argentina en casi un siglo. Cuando él nació, todavía no se había declarado el profesionalismo, la selección argentina no había participado de un mundial, ni tampoco había ganado su primera estrella del Mundo. “Toda una vida en la Argentina. Gracias al cruce de italianos, españoles, polacos, es un país muy grande, con un clima totalmente positivo y con buena alimentación que es por vía del trigo y de la carne. El fútbol es mi vida. Cuando arranqué en 1943, tenía 16 años. Gracias al futbol, viajé por el mundo, conformé una familia, tuve hijos y nietos. No gané dinero en el fútbol porque en mi etapa los sueldos eran muy bajos. Pero más allá de eso, no me quedó ninguna cuenta pendiente”, revela en diálogo con Infobae desde la Ciudad de las Diagonales.

– ¿Qué es de su vida, Miguel?

– Ando muy bien. Me llevó unos cuantos años, pero estoy bien de salud. Esta semana me invitaron a una charla que hubo con los campeones del mundo de Estudiantes. Estuvieron Marcos Conigliaro, Eduardo Flores, Carlos Pachamé y Alberto Poletti. Charlamos un poco del proceso que llevó a Estudiantes a ser campeón del mundo.

– Cuánta historia tiene usted con Estudiantes de la Plata, ¿no?

– Sí. Cuando llegué a Estudiantes en 1963, tenía 20 años de experiencia en las actividades juveniles. Entonces, ya hicimos un trabajo. Teníamos muy claro lo que queríamos hacer y por eso creamos “la tercera que mata”, esa categoría que llevó a Estudiantes a lo más alto. Fue una definición del periodismo local, del diario El Día, tras un triunfo en la cancha de Vélez, en el mes de noviembre de 1964. En el primer tiempo, el equipo perdía con Vélez 2-1. En el segundo tiempo, Estudiantes da vuelta el resultado y lo ganó 5-2. El periodista local del diario El Día publica al día siguiente “la tercera no gana, mata”. Y ahí quedó el pseudónimo de “la tercera que mata”.

Enrique Omar Sivori. Junto a él armó la

– ¡Qué memoria tiene Miguel! ¿Cuál es su primer recuerdo en el fútbol?

– La broma que hago siempre es que me olvidé de las deudas (risas). Yo empecé siendo muy joven en Gimnasia y Esgrima de La Plata, en 1943, cuando éramos delegados de las divisiones inferiores. Ese era el término de la designación del hombre que trabajaba en juveniles. En marzo de ese año, empecé a trabajar y adquirí una gran experiencia, especialmente en la selección de jugadores jóvenes. La experiencia te la da la práctica permanente e ir observando, y dentro de eso, uno va cometiendo errores, pero afilando el punto de vista sobre qué tipo de jugador quiere y comete menos errores que los técnicos que no seleccionan.

– ¿En el andar de su carrera, construyó la selección fantasma en 1973?

– Sí. Yo seleccioné jugadores cuando fui invitado a trabajar en AFA. Raúl D’Onofrio, el padre de Roberto, fue el interventor de AFA en 1971. Yo le mostré la necesidad de armar un equipo para competir en la altura boliviana, porque Argentina había quedado eliminada después de perder con Bolivia en el año 69. Había quedado eliminada para el Mundial de México 70. Entonces, teníamos que jugar nuevamente con Bolivia en la altura, en septiembre de 1973, y era fundamental ganar y no perder para poder clasificar a la Argentina al Mundial 74. Ese fue el trabajo que llevamos adelante, con un grupo de jugadores que tuvimos casi 90 días a más de 2.500 metros de altura.

– ¿Le pagaron por haber logrado semejante hazaña?

No me pagaron el premio. Los dirigentes me acusaron de apoyar a Raúl D’Onofrio, interventor de AFA en 1971, y dejarlos mal parados con la foto que salió publicada en el diario. Cobraron todos, hasta los que no jugaron, menos yo. Había un periodista que iba a la AFA permanentemente a preguntar “¿dónde estaba la selección de altura?”. Y nadie le sabía decir. Entonces, el periodista por motus propio publicó en el diario “no es la selección, es la selección fantasma”. Esto dio lugar a que cuando clasificamos y me tenían que pagar el premio argumentaron que yo los estaba atacando a ellos, creando la selección fantasma y jamás había hablado sobre ello. Entonces, el periodista publicó la selección fantasma y no me quisieron pagar el premio.

Bertoni y Bochini fue citados por primera vez a la selección por Ignomiriello

– ¿Para esa “selección fantasma” citó por primera vez a Daniel Bertoni y a Ricardo Bochini?

– Sí. Arranqué armando un equipo juvenil Sub-19 para competir en Cannes. En esa etapa, hubo un torneo de juveniles en Francia y busqué jugadores durante casi dos meses, probando futbolistas de distintos lugares del país, y trabajando en la Ciudad de Buenos Aires. En esa selección de jugadores, logro conformar un buen equipo juvenil que en Cannes terminó primero e invicto. Jugamos 25 partidos y logramos conformar una delantera que tuvo un reconocimiento en el fútbol. Daniel Bertoni de 7, que jugaba de Quilmes, Marcelo Trobbiani de 8, que era un jugador santafesino, pero había estado en las divisiones inferiores de Boca y arriba Mario Kempes, que estaba en Instituto de Córdoba, y Ricardo Bochini. Así que tuve jugadores de buen nivel. También, en ese equipo estaba Alberto Tarantini, que jugaba de marcador central, pero lo puse de lateral izquierdo. Todos fueron campeones del mundo. De los 25 jugadores que dirigió Cesar Luis Menotti en el Mundial 78, trabajé antes con 16. Ya se veía venir. Se observaba que había muchos diamantes brutos que iban a ser campeones del mundo. Ese grupo de jugadores se destacó y clasificó a Argentina al Mundial 74.

– ¿Entonces fue el primer DT que llevó a Kempes a la selección argentina?

-Sí, con 19 años. En San Lorenzo tenía un jugador que se llamaba Hugo Promancio. Fue el primero que me habló de las cualidades de Kempes. Lo vi y se lo recomendé a Juan Carlos Lorenzo, que era el entrenador de Primera de San Lorenzo. Me dijo que tenía muchos delanteros. También, se lo recomendé a José Epelboim, dirigente de Independiente. Armé muchos amistosos en Estancia Chica, donde nos concentramos. Vino y eligió a Bertoni. También se lo sugerí a Alberto Plinio Garibaldi, un dirigente histórico de River, pero no le interesó. Mario era un fenómeno, pero me preguntaba si estaba equivocado, porque todos me decían que no. Estando en La Quiaca, le preguntó a Aldo Pedro Poy qué le parecía el pibe, que jugaba en Instituto. “Un crack, además de una gran persona”, me dijo. Bueno, él lo llamó a Víctor Vesco, dirigente de Rosario Central que finalmente lo vino a ver y lo compró en poco más de 100 mil dólares. Después, lo vendió en casi un millón al Valencia de España, previa autorización de una asamblea de socios. También, lo llevé por primeva vez a la selección a Marcelo Trobbiani, a quién había visto jugar en la Sexta y estaba en conflicto con Boca. Se había ido a Santa Fe. No tenía manera de contactarlo. Entonces, le pedí a un periodista amigo que tenía un programa de radio muy escuchado que pasara el aviso. Y finalmente lo ubiqué. Hace unos años, cuando Trobbiani dirigía la Sub-20, lo vi y me dijo: ‘Usted me salvó la vida con esa convocatoria, de lo contrario hubiese sido panadero, como mi viejo’.

– ¿En su paso por Estudiantes convivió con Carlos Bilardo, que era jugador del plantel?

– Sí. Bilardo era un jugador sobresaliente del plantel de Estudiantes, campeón del mundo en el 68. Había nueve juveniles de la tercera división del año 64, de “la tercera que mata”. Cuando llega Osvaldo Zubeldía, el 17 de enero del 65, comienza a trabajar con algunos de ellos. El primero que integra el plantel de titular es Alberto Poletti. Luego, incorpora a Bilardo que era jugador de Deportivo Español. Bilardo fue un jugador sobresaliente. Uno no alcanza a dimensionar todo porque fueron varios los jugadores de Estudiantes de La Plata que, habiendo comenzado con Zubeldia, luego fueron técnicos sobresalientes. Eduardo Luján Manera, el doctor Madero y el doctor Bilardo.

Convivió con Carlos Bilardo en Estudiantes

– ¿Dirigió a César Luis Menotti en el Canalla?

– Sí. Llegó a Rosario de Central tras un paso por Estudiantes. Platense en el año 66 había cambiado siete técnicos y era candidato al descenso. Salvo a Platense del descenso y después tengo una invitación para ir a trabajar a Central. Yo no quería trabajar en el fútbol profesional, sino en juveniles. Luego de cuatro reuniones con el presidente de Rosario, fui a trabajar a juveniles y me incorporé en marzo para organizar el trabajo. Luego, subí a Primera. Fui cambiando y empiezo tal cual lo había hecho en las juveniles de Estudiantes de La Plata, a trabajar en doble turno. Ahí encontré oposición. El Flaco no quería trabajar en doble jornada. Tenía un problema de trabajar a las 8.30 de la mañana. Entonces, lo saqué del equipo y le pregunto “¿quiere jugar en reserva o quiere descansar?”. Después de ahí, me pidió irse de Central y se fue a Racing.

– También lo tuvo al Trinche Carlovich en Central. ¿Era un jugador distinto?

– No, era un jugador de muy buen nivel técnico, pero con el prototipo del jugador rosarino. Los rosarinos siempre se distinguieron por encima de los jugadores de Capital Federal. Lo que si: el Trinche no tenía el deseo de destacarse como jugador. Era un jugador excepcional, muy hábil en el manejo del balón, dribleando, pero jugaba y tenía su vida aparte. Al Trinche no le interesaba el futuro, vivía el día a día. Entonces, era distinto a los jugadores que luego armé en una categoría especial, donde jugaban Ángel Landucci, Daniel Killer, Alberto Fanesi, entre otros. Él no tenía conducta desde mi punto de vista para tener un futuro profesional. Él lo único que buscaba era jugar a la pelota. Por eso volvió a Central Córdoba y se ilustró bastante en ese club. Era un jugador con un talento muy especial, pero no tenía la conducta que yo siempre exigí para los futuros profesionales.

– En casi de sesenta años en el fútbol, ha visto innumerables jugadores como a Alfredo Di Stéfano. ¿Fue un jugador distinto a la media?

– Sí, un distinto. A Di Stéfano lo vi en 1945, en un partido de River contra Gimnasia Esgrima de la Plata. En esa etapa, trabajaba en el Lobo. Él tenía el cabello largo. En esa época, River tenía varios delanteros como Félix Lousteau, Félix Moreno, Juan Carlos Muñoz y Adolfo Pedernera. Entonces, River lo dio a préstamo a Huracán, donde estuvo dos años. Cuando vuelve a River, viene el éxodo de jugadores, la huelga del 48 y se va con Pedernera a Millonarios de Colombia, porque en Argentina, en esa etapa, la dirigencia del fútbol local había fijado un máximo de cinco mil pesos las primas. Entonces, se destaca en Colombia con el equipo sobresaliente. Luego, se va a jugar al Real Madrid de España y se queda. Por eso se transforma en una leyenda del Real Madrid.

Ignomiriello junto a Juan Sebastián Verón

– ¿Di Stéfano es el jugador que más lo sorprendió en una cancha?

– El Charro Moreno era un jugador sobresaliente, pero Adolfo Pedernera hasta la aparición de Diego Maradona fue el jugador más sobresaliente del fútbol argentino. Cuando apareció Maradona, cambió el futbol para siempre.

– ¿El mejor jugador de todos los tiempos fue Maradona?

– No. Maradona fue el primer jugador sobresaliente en América del Sur. Pero Pelé, que debuta a los 18 años en el Mundial del 58, fue el gran futbolista de todos los tiempos. Después aparece Maradona, pero lo máximo como jugador, persona y figura es Pelé.

– ¿Cuál es el mejor equipo que ha visto?

– Son etapas. El Independiente de Vicente De la Mata, Arsenio Erico y Antonio Sastre fue de lo mejor que vi. Después, aparecen otros como el equipo de Racing de Juan José Pizutti, el de Independiente en la etapa 62-63 que jugó la Copa. También, la Máquina de River con Muñoz, Moreno, Pedernera y Lousteau

– En cuánto a las selecciones argentinas que vio, ¿cuál le parece que es la más completa de todas?

– La selección argentina de Menotti de 1978. En ese momento, políticamente estaba muy bien respaldada. Después, la que gana en México 86 con Bilardo y Pachame. Pero evidentemente la gran sorpresa que he tenido en mi vida de fútbol fue la selección de Lionel Scaloni. Yo le doy mucho mérito al presidente de AFA, Claudio Tapia, que lo haya sostenido Scaloni en el cargo. Y Scaloni fue la gran sorpresa, porque nadie pensaba en un hombre desconocido manejando la selección argentina, ya que nunca había manejado un club de Primera División. La gran sorpresa fue la conformación del plantel por parte de Scaloni, no solamente como técnico, sino como conductor de grupos humanos.

– ¿En 98 años de vida, tiene alguna cuenta pendiente en el fútbol? ¿Qué es el fútbol en su vida?

– El fútbol es mi vida. Cuando arranqué en 1943, tenía 16 años. A partir de ahí hasta que dejé de dirigir equipos, fui adquiriendo una gran experiencia en mi vida. Gracias al fútbol viajé por el mundo, conformé una familia, tuve hijos y nietos. No gané dinero en el fútbol, porque en mi etapa los sueldos eran muy bajos. Pero más allá de eso, no me quedó ninguna cuenta pendiente, porque en los clubes en los que trabajé, mandaba yo. Y cuando no podía mandar porque los dirigentes interferían en mi labor, me iba directamente del club, ya que no me interesaba. Entonces, dejaba y me iba, pero logré el éxito con “la selección fantasma” que clasificó al Mundial 74 y “la tercera que mata” con Estudiantes. Además, salimos campeones con la selección juvenil de Cannes. Así que evidentemente no me puedo quejar.

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