La historia de la cruenta guerra en la barra de Los Andes y el inquietante arsenal secuestrado en los allanamientos

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Un prófugo al que le avisaron un rato antes que lo iban a detener y entonces logró burlar a la Justicia. Dos itakas con poder de fuego como para matar de un solo disparo. Tres revólveres, dos calibres 32 y otro calibre 22 con los cargadores completos. Una pistola Bersa Thunder, de efecto letal, calibre 40. Tres cajas con 150 municiones para todas las armas. Cocaína, marihuana, gorros pilusos y banderas de guerra. Todo esto, que en una película de ficción podría haber estado guardado para enfrentar a los Cascarudos del Eternauta, en realidad estaba en posesión de la barra brava de Los Andes. Sí, la temible banda del Milrayitas que acumula muertos, heridos, delitos y siembra de terror el territorio de Lomas de Zamora.

Los hallazgos se dieron después que el fiscal Jorge Grieco pidiera allanamientos en el marco de la causa judicial por tentativa de homicidio de Matías David Díaz, alias el Gula, el jefe de la facción disidente de la barra. Fue el 20 de abril cuando, dentro del predio de Los Andes, Gula fue a tomar la barra con su gente tras un encontronazo que habían tenido con la facción oficial dos semanas antes en San Nicolás, en un partido por Copa Argentina, y lo recibieron a los tiros. Su cuerpo recibió dos, uno en el pecho, pero milagrosamente salvó su vida. El autor de los disparos, según dos testigos que obran en la causa, fue uno de los jefes de la facción oficial, Hernán Coronel, alias Puchi, quien junto a su hermano Walter tienen un prontuario que haría empalidecer a Al Capone y que se escapó horas antes de ser detenido este domingo. Porque sus contactos, está visto, nunca fallan.

Pero el fiscal no se quedó sólo con el enfrentamiento en el predio de Villa Albertina, sino que también sumó lo que ocurrió ese mismo 20 de abril después del partido, cuando el grupo de Lavallol, del Gula, fue a vengar a su líder y emboscó a diez cuadras del estadio Eduardo Gallardón a sus rivales. Otra vez un tiroteo, esta vez con dos heridos. Así, con la guerra declarada, el fiscal tomó testimonios, hizo tarea de inteligencia y mandó a allanar 20 domicilios donde logró la aprehensión de nueve personas y la identificación de otras 26. Entre los aprehendidos no estaba Coronel, pero sí Diego Sotelo, quien es quien maneja la barra siguiendo las órdenes de los hermanos. También cayeron los hermanos Villanueva, Jorge Píccoli y Maximiliano Frener, uno de los más complicados. Todos estos, además, integraron en distintos momentos la facción Lomas de Zamora de La Doce, la barra brava de Boca. Éstos, que son del grupo oficial, compartieron aprehensión con gente del grupo disidente, como Hugo Díaz, familiar del Gula, a quien también le allanaron el domicilio.

Nueve personas fueron aprehendidas

“Estamos en pleno proceso de investigación para poder terminar con esta historia de violencia que sucede en forma constante en el grupo radicalizado de Los Andes. Las armas que encontramos son ilegales y eso ya generó otra causa paralela, así como también la tenencia de estupefacientes. Y estamos buscando por todos lados a Coronel, que hoy está prófugo”, le dijo el fiscal Grieco a Infobae.

Es que, si bien el herido fue el Gula Díaz, acá no hay buenos y malos, sino que todos pertenecen a este último bando. De hecho, el propio Gula, apenas se recuperó y tras salir del hospital, filmó un video que distribuyó en las redes sociales, en el que les augura un futuro negro a sus atacantes, diciéndoles “se re equivocaron conmigo, giles, ahora se van a querer matar” y les avisa que les va a ir a quemar la casa uno por uno. En ese video estaba acompañado por José Anacleto Paz, el histórico líder de la barra de Los Andes, que cayó en prisión en 2013 por asesinato y salió a fines del año pasado. Los hijos de Paz también cayeron presos por otros asesinatos, mientras que Walter Coronel está purgando una prisión domiciliaria. Por donde se mire, hay delincuencia activa en la tribuna Milrayitas.

Ahora bien, ¿por qué se pelea la barra de Los Andes? No sólo por el negocio del fútbol, que en realidad lo que más aporta es el alquiler del predio de Villa Albertina para hacer torneos de fútbol por plata. Acá, la parte del león tiene que ver con una asociación ilícita que contiene narcomenudeo, desarmadero de autos, el cobro de seguridad en los puestos de La Salada como quedó al descubierto en la causa judicial sobre esa feria y, como si fuera poco, el peaje tarifado a los contratistas de obra pública que tienen que hacer conexiones de agua o luz en la zona y también a las empresas privadas que prestan servicios de telefonía e internet. Todo pasa por la barra más pesada del Sur del Conurbano, que sabe que se viene otro negocio gigante por delante: las pintadas, la seguridad y el reclutamiento de gente para los actos políticos con vistas a las elecciones provinciales de septiembre y las nacionales de octubre. Un combo explosivo que deja millones de pesos.

En el medio de toda esta situación queda una dirigencia presa de los violentos y un equipo de fútbol que navega en el último tercio de la tabla de su grupo de la Primera Nacional, tras haber alcanzado el ascenso a esta categoría a fin del año pasado. En aquel momento todo era alegría y parecía que ambos grupos podían convivir en cierta calma distribuyendo los beneficios que obtenían de las actividades ilegales. Pero eso se terminó con la llegada de un 2025 que ya trajo tres episodios a balazos y que no parece que vaya a terminar así, con solo ver el arsenal reclutado en los allanamientos del domingo patrio.

El arsenal secuestrado durante los allanamientos

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